Es una lluviosa
y fría noche de Noviembre, en la cual dos amantes desvelan sus pensamientos más
secretos que tan recelosos custodian por temor. Embriagados por el alcohol,
amordazan la razón y destruyen cualquier acto de cordura. Él por deseo y atracción,
ella porque lo ordena su corazón.
Aspiraciones
rápidas y suspiros robados, en una oscuridad privada y habitada por un silencio
tenue. Las luces de Madrid entran escurridizas por el cristal de la ventana, iluminando cada
cierto tiempo esa habitación y produciendo sombras danzantes de sinuosos
movimientos. Una botella de vino abierta yace en el suelo vacía ante los
tragos desesperados de ambas personas. A su lado, dos copas manchadas del
elixir rojizo que ha servido como detonante de lo que tan deseado era para ellos. Había alrededor de esa habitación unas velas
encendidas, ahora solo quedan restos de cera y los hilos de humo que surgen
como muestra del fuego que iluminaba antes y que se ha consumido al ser
suplantado por otro más abrasador.
Él susurra,
recorriendo letalmente su piel de seda con sus manos y dejando a su paso un rastro ardiente. Ella araña
su espalda con la intención de inmortalizar unas marcas que declaren su propiedad. Sonríe ante su respiración
acelerada y los latidos que golpetean el pecho de ella. Jadea al sentir su
aliento tan cerca y busca cualquier contacto con los ojos azules de él.
Ni ellos
saben que está sucediendo, pues ambos se han dejado llevar por su lado más oscuro,
y hambrientos por el otro han dado el paso. Transitando cada centímetro del
otro, grabando en sus yemas lo que era más ansiado y anhelado. Murmullos y
jadeos pasan desapercibidos en esa habitación, donde el olor a tabaco queda
impregnado en esas paredes y el sabor en sus bocas del último cigarrillo
mantiene despierto el apetito. Se acarician como si quisieran fundirse y se
besan como si sus labios fueran lo más delicioso que jamás hayan probado.
Saben que es un error; bueno, al menos esa
pequeña parte sensata que se encuentra inmovilizada. Solo es un acto desesperado,
realizado al son de las gotas de lluvia que golpetean el cristal creando una sinfonía. Después… después nada. Pasará a ser el recuerdo prohibido, que fingidamente
quedará olvidado, de la primera y última vez en que ambos se
han sentido vivos y han amado.
¡Como mola la foto con movimiento! Ya me dirás como se hace. Besitos.
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