lunes, 29 de abril de 2013

Bella y loca bailarina


Una bailarina, de ojos azules como el océano más profundo y de cabellos negros semejantes a una noche sin estrellas, ocultaba en su corazón un deseo oscuro y perverso.

Danzaba sin parar, bailaba hasta que su cuerpo cansado se desvanecía y practicaba hasta altas horas de la madrugada. ¡Ganar, ganar, ganar! Se repetía sin cesar. 

Se celebraba en su ciudad un concurso y ahí podría mostrar la grandeza de su talento especial. Deseaba con todas sus fuerzas quedar la primera y soñaba con inclinarse ante miles de ojos al son de los aplausos. Si lograba eso ya nada sería imposible, rozaría con sus dedos ese paraíso prometido.

No descansaba, no comía y sin lugar a dudas no se detenía. Giro, salto y puntas; y vuelta a empezar, así era su rutina. Cerraba los ojos y ante la armonía de las cuerdas se movía. Volaba, danzaba y soñaba. Cuantos suspiros desperdiciados, cuantas sonrisas perdidas y cuantas esperanzas ponía sin saber lo que el destino la depararía.

Todos veían la elegancia, la soltura y la belleza que desprendía; pero ese deseo secreto permanecía tras las sombras de sus pupilas y se agrandaba poco a poco sin que nadie lo apreciara. Llegó a la obsesión, llegó a la locura y eso, amigos míos, fue lo que más la destrozó.

La noche antes de la esperada actuación, esa noche, fue la peor. Agotada y débil, la joven caía, tropezaba y sus movimientos forzosos le salían. Enrabietada repitió la misma vuelta una y otra vez y siempre su pie derecho la traicionaba. O se cruzaba o no era suficiente lo que ascendía. Maldijo, gritó y golpeó al suelo enfadada y por más que lo intentaba el baile jamás lo terminaba. No tendría que salir vencida, ni segunda era su opción. La primera y barrer a sus competidoras con una sonrisa, esa era la elección. Río con la mirada ida y su carcajada resonó por la sala. ¡Lo tenía! ¡Ya está! ¿Cómo no lo había pensado antes? La hoja de un cuchillo sería el instrumento que le haría vencedora en ese concurso.

Un. Dos. Tres. ¡Zas!

Carne atravesada.

Un. Dos. Tres. ¡Zas!

El crack fue música para sus oídos y el hueso machado para ser liberada.

Un. Dos. Tres. ¡Zas! 

Desprendido el pie traidor y la satisfacción, junto a la locura, era mayor que ese intenso dolor. Sin él ya no se tropezaría, no le causaría problema. ¿Quién quiere ese pie teniendo otro mejor?

Llegó a la mañana siguiente y con el tobillo vendado comenzó su actuación . Perdía el equilibrio, caía con risas de los espectadores y sus lágrimas descendieron. Dolida y triste se sentía. Todos sus sueños se desvanecieron, todo su mundo corrompido y una sola cosa se decía: Hasta qué punto por ganar he llegado, que ni yo misma me reconocía

4 comentarios:

  1. WUAOOOO un poco sadico xD pero me gusta xDD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si jejeje es raro =P Me basé en el cuento de la cenicienta(el original tenebroso de los hermanos grimm xDD)y en un cuento llamado los zapatitos rojos. =P Me alegra que te haya gustado ^-^

      Eliminar
  2. Rocio... no te vuelvo a hablar de los hermanos Grimm en la vida.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. También tiene influencia de los zapatitos rojos Andersen tiene también su mérito ;) jajaja Pero solo ha sido un desliz... nada macabro hasta nueva orden =P

      Eliminar